Seguramente, si le dice a alguien que puede tener a su disposición una copia legal de un procesador de texto o de un programa de hojas de cálculo, compatible además con Microsoft Office, no se lo creerá. Sin embargo, existen diversas alternativas de código abierto como, por ejemplo, LibreOffice, que ofrece a los usuarios esta posibilidad. El software es gratuito y no presenta ningún tipo de limitación ni de restricción de periodo de prueba: tan solo tendrá que descargarlo y usarlo. Incluye casi todas las funciones que necesitan los usuarios ocasionales.

Para la mayoría de usuarios, el problema con este tipo de software no es todo aquello que funciona, sino las funciones que no están disponibles. LibreOffice entra en escena por el camino correcto, ya que su interfaz de usuario es muy parecida a la de la vista clásica de Microsoft Office que debería resultar familiar a todos aquellos que se hayan resistido a actualizar a las versiones más recientes. El paquete funciona de forma totalmente intuitiva, por lo que las guías de ayuda no resultarán muy necesarias, algo que se agradece, si tenemos en cuenta que no existen temas de ayuda para determinadas funciones.

En su caso, los problemas subyacen en algunas decisiones de diseño no demasiado acertadas. A modo de ejemplo, el software de procesamiento de texto guarda los documentos de forma predeterminada en un formato que no es compatible con Word, lo que supone que los usuarios tendrán que cambiar la configuración si desean disfrutar de compatibilidad total. El sistema actúa correctamente a la hora de importar documentos de otros formatos, aunque no ofrece una fiabilidad total.